Carmen Ollé. Retrato de mujer sin familia ante una copa (Peisa, 2007)
Carmen Ollé (Lima, 1947) se hizo conocida como una de las voces más importantes de la poesía peruana del decenio del 80, pero en los 90 incursionó decididamente en la narrativa, con libros siempre originales y polémicos, ya sea por su carga autobiográfica –¿Por qué hacen tanto ruido? (1992)–, por su temática transegresora –Las dos caras del deseo (1994)– o por llevar los relatos hasta el límite de lo verosímil, como en Pista falsa (1999). Esos elementos, y otros más propios del ensayo, se reúnen en el conjunto de relatos Retrato de una mujer sin familia ante una copa que acaba de publicar.
En las dos primeras secciones del libro –¿El gato está vivo o muerto? y Retrato de mujer sin familia...– los textos se aproximan a las Prosas apátridas de Ribeyro, enlazando situaciones y ambientes de la vida cotidiana de la autora con sus recuerdos personales, anécdotas literarias y hasta teorías científicas o reflexiones filosóficas. En El puente, que da inicio al libro, Ollé parte de la contemplación del puente Villena, paraíso de los suicidas limeños, para pasar después a recordar a un suicida que ella conoció, un pintor naif, y de allí a las vidas y obras de diversos escritores (desde Victor Hugo hasta Pizarnik), y concluir con algunas reflexiones de la Antinomia de la razón pura de Kant.
Para mantener la unidad y la coherencia de los textos, a pesar de los saltos y desvíos del discurso, Ollé utiliza una prosa muy bien trabajada tanto en los aspectos rítmicos como en la retórica, minimalista pero efectiva. Con estas armas, la autora puede enfrentar a algunos de sus demonios más personales: su formación como poeta "maldita" en los años 70, las relaciones con sus amores y amigos de aquella época (entre los que figura el chileno Roberto Bolaño, mencionado recurrentemente), el erotismo y la sexualidad heterodoxa, y especialmente la soledad, el tema más importante del libro, como se anuncia en el título.
En la tercera sección, Tres relatos, Ollé parece llevar la poética de este libro hasta la narrativa propiamente dicha. Al menos así lo hace en Pentimento, narración basada únicamente en diálogos, a la manera de una obra teatral, pero que resulta demasiado artificial y recargada de alusiones librescas. Formalmente más tradicional, El chofer sí muestra a una autora más madura, tanto personal como literariamente. Retrato de una mujer sin familia ante una copa es un libro arriesgado y original, sin lugar a dudas lo mejor de la obra de Carmen Ollé de los últimos diez años.
Carmen Ollé (Lima, 1947) se hizo conocida como una de las voces más importantes de la poesía peruana del decenio del 80, pero en los 90 incursionó decididamente en la narrativa, con libros siempre originales y polémicos, ya sea por su carga autobiográfica –¿Por qué hacen tanto ruido? (1992)–, por su temática transegresora –Las dos caras del deseo (1994)– o por llevar los relatos hasta el límite de lo verosímil, como en Pista falsa (1999). Esos elementos, y otros más propios del ensayo, se reúnen en el conjunto de relatos Retrato de una mujer sin familia ante una copa que acaba de publicar.
En las dos primeras secciones del libro –¿El gato está vivo o muerto? y Retrato de mujer sin familia...– los textos se aproximan a las Prosas apátridas de Ribeyro, enlazando situaciones y ambientes de la vida cotidiana de la autora con sus recuerdos personales, anécdotas literarias y hasta teorías científicas o reflexiones filosóficas. En El puente, que da inicio al libro, Ollé parte de la contemplación del puente Villena, paraíso de los suicidas limeños, para pasar después a recordar a un suicida que ella conoció, un pintor naif, y de allí a las vidas y obras de diversos escritores (desde Victor Hugo hasta Pizarnik), y concluir con algunas reflexiones de la Antinomia de la razón pura de Kant.
Para mantener la unidad y la coherencia de los textos, a pesar de los saltos y desvíos del discurso, Ollé utiliza una prosa muy bien trabajada tanto en los aspectos rítmicos como en la retórica, minimalista pero efectiva. Con estas armas, la autora puede enfrentar a algunos de sus demonios más personales: su formación como poeta "maldita" en los años 70, las relaciones con sus amores y amigos de aquella época (entre los que figura el chileno Roberto Bolaño, mencionado recurrentemente), el erotismo y la sexualidad heterodoxa, y especialmente la soledad, el tema más importante del libro, como se anuncia en el título.
En la tercera sección, Tres relatos, Ollé parece llevar la poética de este libro hasta la narrativa propiamente dicha. Al menos así lo hace en Pentimento, narración basada únicamente en diálogos, a la manera de una obra teatral, pero que resulta demasiado artificial y recargada de alusiones librescas. Formalmente más tradicional, El chofer sí muestra a una autora más madura, tanto personal como literariamente. Retrato de una mujer sin familia ante una copa es un libro arriesgado y original, sin lugar a dudas lo mejor de la obra de Carmen Ollé de los últimos diez años.
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