viernes, 21 de noviembre de 2008

Árbol de atisbos, de Jorge Horna Chávez



Jorge Horna es el poeta más importante de Celendín (Cajamarca) en la actualidad, ninguno como él para llevarnos al éxtasis de las cosas sentidas. Su madurez plena y contundente trasluce en Árbol de atisbos su reciente poemario (Arteidea Editores, 2008).
Sus poemas nos hacen señas de llamadas, como las de una mujer amante cuyo eco regurgita en las quebradas, en las pampas y en las diáfanas calles de nuestra tierra; trasminando a anisquehua y arabisco, sus gritos nos llegan una y otra vez y nuestra alma se reconoce en ellos. Su lírica es cántico de juglar, todo en ella suena en tono mayor, se mece y jubila a la luz del sol. No hay disonancias, ni neurosis, ni “flores del mal”. Su creación es espléndida, como las auroras de la serranía. Nos costará trabajo, pero tenemos que adaptar las pupilas de nuestro espíritu a estas cataratas de luz y veremos un mundo sin tragedias, sin amarguras, sin traiciones. ¿Dónde encontrar algo semejante en nuestra lírica?
La poesía de Jorge es expresión substantiva y autónoma. No requiere comentarios filosóficos pero podría servir a los filósofos como texto de meditación. Su jubiloso movimiento asciende, cada vez más alto, atraviesa todos los límites, un poco más y nos lleva a una reflexión terrible. ¿Podrá nuestra hambre de belleza saciarse con una sola vida, un solo tiempo? No, el alma exige más. (Jorge A. Chávez Silva).

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